Para beber y saciar su sed, el hombre primitivo ponía sus manos en forma
de copa. A medida que la civilización progresó, sintió la necesidad de
encontrar otro medio para llevarse las bebidas a la boca.
Primero,
adoptó para su uso cuernos, cáscaras de frutas, trozos de madera
ahuecados, potes de arcilla cocida que luego complementó con un asa.
Servían para contener agua, leche, miel o algunos alimentos que luego
colocaban sobre la llama para cocerlos.
En la Roma antigua, el
'modoliulus' era lo más parecido a la actual copa y tenía la medida de
un tercio de ánfora. Otro recipiente particular, llamado 'mastos en
griego', reproducía la forma del seno de una dama, y fue el primer
diseño de lo que hoy llamamos copa para vinos espumantes.
Los
materiales con se fabricó esta vajilla fueron varios: la cerámica y el
metal se vieron adornados por arabescos, cincelados o grabados sobre
estructuras cada vez más complejas y diversas. En la época del
Renacimiento el trabajo sobre el cristal y el oro llegó a alcanzar un
altísimo nivel.
A finales del siglo XIX y principios del XX,
estuvo de moda tallar las copas sobre cristales de colores. Sin embargo,
los entendidos en el arte de beber sustituyeron progresivamente estas
copas coloridas por otras incoloras, perfectamente transparentes en las
cuales les era posible apreciar, sobre todo, el vino, que en latín
significa 'ver a través de'.
De este modo se crearon copas especiales para cada tipo de vino: blanco, tinto, añejado, champagne, espumante y de postre.
La copa de Néstor
Tal
vez el más antiguo de los vasos fue la llamada 'copa de Néstor',
descubierta por el arqueólogo alemán Schliemann en una de las tumbas de
la antigua ciudad griega de Micenas. Se trataba de una copa de oro que
pertenecía al rey Néstor, en forma de tronco cónico apoyado sobre un
alto pedestal con dos asas que se
unían en la base.
Espero que la lectura haya sido de vuestro agrado.
Fuente: La red.