Los más renombrados eruditos en el apasionante mundo de la cerveza sitúan
su origen en Mesopotamia, Asiria y Caldea y, como testimonio evidente
de que fue así, muchos hallazgos arqueológicos lo confirman.
En
1936, un autor alemán, A. W. Scürmann, lanzó la hipótesis de que los
sumerios fueron los primeros cerveceros conocidos. Esto fue confirmado
por el descubrimiento de textos muy antiguos mencionando la existencia
hasta 19 tipos diferentes de cervezas.
Por otro lado, en 1970, W. Rólling señala que había identificado hasta 70 especies de cerveza producidas en Antigua Mesopotamia.
Aquellos
pioneros, partiendo de diferentes cereales germinados, macerados y
fermentados, obtenían, al parecer una bebida alcohólica ligeramente
ácida, nutritiva y refrescante.
El segundo gran país cervecero de
la Antigüedad fue el Egipto de los Faraones. Allí la mención más
antigua conocida se remonta a 2.900 años a. de J.C. En los frescos que
adornaban el interior de las tumbas y en diferentes documentos de la
época hay referencias a la elaboración de la cerveza y a su importancia
económica y social.
Puede añadirse como curiosidad que el viejo Libro de Sueños establece que soñar con cerveza constituye un presagio favorable.
También
en el Norte, Centro y Oeste de Europa se bebía mucha cerveza de cebada,
de alto contenido alcohólico, como lo constatan los historiadores de la
Antigüedad. Después de la caída del Imperio Romano, Europa sufre
innumerables invasiones. Las ciencias, las artes y los oficios
encuentran refugio y continuidad al abrigo de los altos muros de los
Monasterios.
Nace la imagen, perpetuada hasta nuestros días, del monje cervecero.
ALGUNAS VIRTUDES DE TAN PRECIADO LÍQUIDO
La
cerveza es una bebida moderadamente alcohólica, con elevado poder
dietético por su equilibrado contenido en proteínas, carbohidratos
asimilables, sales minerales y vitaminas, principalmente del grupo B.
Con
malta de cebada cervecera, agua apropiada y lúpulo seleccionado, se
obtiene un mosto que es fermentado por levadura procedente de cultivos
puros, dando lugar a la cerveza joven que, después de madurada
prolongadamente en las bodegas acondicionadas, se transformará en la
cerveza exquisita que llega hasta nosotros. La malta de cebada
cervecera, germinada y secada, le transfiere su cuerpo y sabor de base,
mientras que el aroma y amargor característicos procedentes del lúpulo
se desarrollan durante su largo proceso de elaboración.
Los
mostos, con el extracto requerido, son transformados, sin modificar su
riqueza original, en las cervezas de calidad que se pueden encontrar en
la mayoría de establecimientos expendedores.
Según el proceso de
elaboración y la levadura empleada, las cervezas se clasifican en dos
grandes grupos: de fermentación alta y de fermentación baja. Son estas
últimas, conocidas generalmente como Lager, las que más se han impuesto
y, entre ellas, el tipo Pilsen constituye su auténtico prototipo. Es una
cerveza de color pálido, con 13 por ciento de extracto primitivo seco,
muy fermentada y con intenso carácter de lúpulo.
LOS ESPAÑOLES Y LA CERVEZA
La
cerveza fue introducida en España por egipcios y cartagineses,
mereciendo, al parecer, mucha aceptación. Esta afición a la cerveza es
constatada por los historiadores romanos al narrar las impresiones de
sus soldados, cuando ocuparon el solar patrio.
Existen
testimonios de que los mayores entusiastas que en nuestra geografía tuvo
la cerveza fueron los godos. Su arzobispo, San Isidoro, hacía ya
mención a varios tipos de cerveza.
Digamos de paso que la palabra
cerveza deriva de su sinónimo en latín "cerevisia" o "cervisia".
Algunos expertos la relacionan con Ceres, diosa romana de los cereales y
las cosechas.
Sumamente discutible es la hipótesis del viajero
ilustre Richard Ford, ese entrañable amigo de España, que abandonó en
repetidas ocasiones Gran Bretaña para recorrer nuestros caminos e
inventariar nuestras costumbres. El viajero inglés sostenía en su libro
"Las cosas de España" que la bebida favorita en nuestro país allá por el
1840 es la cerveza embotellada.
Si bien la cerveza ya es
conocida en España a finales del siglo XVIII, un consumo significativo
no se inicia, sin embargo hasta mediados del siglo XX.
Espero que la lectura haya sido de vuestro agrado.
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